Seremos saciados

Esta madrugada, el Senado argentino ha aprobado la ley del aborto, dos años después de haberla desechado. Muchas personas habían trabajado y se habían manifestado en contra de esta ley inicua; son los de los "pañuelos azules", el color de la Inmaculada que está en la bandera argentina. Tras una gran expectación y muchas oraciones, la mentira ganó la votación. Hoy mismo, el diario español El Mundo repetía, sin comprobación ni ética periodística alguna, el mantra de los 400.000 abortos clandestinos en Argentina, en un país en el que nacen anualmente 728.000 bebés: una de las falacias más repetidas para aprobar leyes abortistas en todo el mundo, hinchando espectacularmente cifras que son en sí desconocidas.

Imaginamos la decepción de todas estas personas cuando han visto las votaciones. También nosotros sufrimos la muerte anunciada, la votación favorable a la eutanasia en España, en plena espera de la Navidad y con una pandemia que supera los 50.000 muertos, gran parte ancianos abandonados a su suerte en residencias.

Pero Jesús dice:

"Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, 

porque ellos serán saciados".

Mateo 5, 6

Y para quienes se alegran y congratulan de estas leyes injustas tiene estas palabras:

"Ay de vosotros, los que ahora reís,

porque os lamentaréis y lloraréis".

Lucas 6, 25

Sí, ellos será saciados, porque Jesús mismo juzgará al mundo cuando venga en gloria; Dios hará justicia a los inocentes. Nada de lo bueno se perderá, ni los trabajos, ni las oraciones, ni la verdad, ni el bien, ni la belleza... Cada Ave María, cada pañuelo azul, independientemente de esa votación injusta, es un anhelo de justicia que anuncia la victoria final de Cristo. 

Si caemos en el error de poner nuestra esperanza en los políticos, o incluso en que por nuestras oraciones los políticos vayan a defender el bien y la verdad, nuestro ánimo se verá defraudado. Es necesario trabajar y rezar para que haya leyes justas, pero nuestra esperanza está en Cristo, el inocente que fue crucificado, y esperamos a imagen de su Madre Inmaculada, cuya esperanza no desfalleció al pìe de la cruz, ni con la lanzada en el costado, ni en el sepulcro, ni al día siguiente. 

Los que esperamos en Jesús no nos desanimamos. Caminamos y corremos, y no nos cansamos. Nos nacen nuevas fuerzas, nos crecen alas y volamos como las águilas, porque el Señor renueva nuestras fuerzas (cf. Isaías 40,31). En Él, solo en Él, ponemos nuestra esperanza, y somos capaces de darla a las parejas que reciben un hijo/a en situaciones difíciles, y a los hombres y mujeres que sufren tras haber caído en la tentación de abortar a sus hijos. Christus vincit!

 

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