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Paternidad responsable vs. anticoncepción

En un mundo que ha perdido el sentido auténtico de la sexualidad y el matrimonio, la Iglesia tiene un tesoro que proponer a las jóvenes parejas: la mentalidad familiar y procreativa, contrapuesta a la mentalidad anticonceptiva; una verdadera "revolución del amor".

¿Qué hay de malo en la anticoncepción?

Evitar tener niños sin existir un motivo grave es una negación del plan del Creador sobre el matrimonio y la familia, que tiene un fin importante en la procreación, en esa colaboración con Él para engendrar nuevos seres humanos. 

Sobre la anticoncepción, hay que partir de que somos personas humanas, con cuerpo y alma unidos, indivisibles. En el matrimonio nos entregamos al amor mutuo, con una donación esponsal, íntegra, en cuerpo y alma, de verdad y para siempre, el hombre a la mujer y viceversa. Ese misterio del amor esponsal está unido por Dios al misterio de la vida, el amor fecundo, por el que cooperamos con el Creador en la generación de otras personas, nuevos seres humanos, nuestros hijos.

Al encontrarnos los seres humanos entre la realidad espiritual y material, los signos son puentes imprescindibles que nos permiten movernos en ese complejo pero maravilloso estado vital. El signo natural por antonomasia es el acto sexual. Su significado es real, no asignado arbitrariamente, ya que es un acto corporal que contiene en sí una entrega plena de la intimidad, una unión corporal que va más allá de cualquier otra y que es muestra de ese "y serán una sola carne" con que el Génesis describe el matrimonio del hombre y la mujer. Su significado es real también por sus consecuencias, que son la aparición de una nueva vida, infantil, indefensa, que necesita y merece unos padres que se amen con una entrega estable.

Por eso, el acto sexual entre los esposos es sagrado y es poderoso, es un acto de entrega mutua y de culto natural a Dios Creador, que une a la pareja y la ensalza como fundamento de la familia y la sociedad humana, y como responsable de la Creación entera. Esto es lo que nos muestra en la Biblia el libro de Tobías, cuando refiere el matrimonio entre Tobías hijo y su mujer Sara: los esposos dan culto a Dios con su unión sexual, en cuerpo y alma, como nos explicó San Juan Pablo II en su "teología del cuerpo". Decir "sí" al plan del Creador sobre el matrimonio y la familia nos inserta en un camino de salvación, que unidos a Él nos dará esa "vida en abundancia" que "salta hasta la vida eterna" (expresiones de Jesús en el Evangelio).

Por eso también, cualquier ataque a la integridad del acto sexual, pervirtiéndolo, al quererlo convertir en otra cosa, es tan dañino para el ser humano y produce fuertes heridas en lo más hondo de su ser masculino o femenino; heridas que son difíciles de sanar. Afecta, además, a la familia y a toda la sociedad. Podemos creer que son cosas poco importantes, cuestiones sutiles, pero quitarles importancia no merma la gravedad de sus consecuencias; al contrario, ayuda a que se extienda el problema...

Usar anticonceptivos es contrario a la integridad sagrada del acto sexual, porque cercena o restringe esa entrega total, humana, esponsal, que se da en la relación sexual. Introduce la falsedad en el signo y en su realidad esponsal. La alteración consiste en que la persona se reserva su fecundidad, no la entrega, con lo que se pervierte la naturaleza misma del acto. 

En cambio, una pareja puede elegir no hacer el amor en los períodos fértiles, y eso no altera la integridad del acto: Cuando por causa grave es responsable restringir esa fertilidad, se evita realizarlo en esos períodos fértiles, y la donación sigue siendo íntegra en las relaciones sexuales mantenidas en períodos infértiles. Es una solución humana y buena a un problema de responsabilidad paterna y materna que puede ser muy real. Un medio bueno para un fin bueno.

 

La anticoncepción, ¿afecta al matrimonio?

Tomar decisiones injustas e impropias nos carga con responsabilidades que pesan demasiado. A menudo, uno de los esposos se siente frustrado, porque querría tener más hijos. Aunque no fuera así y ambos estuvieran de acuerdo, la anticoncepción es un pecado, una ofensa grave a Dios, un rechazo de sus planes y de la confianza en Él, que nos aparta de Dios y de su gracia. Alejados de la gracia, estamos a merced de las tentaciones que amenazan a los matrimonios y a las familias. Rechazamos la esperanza y nos introducimos en la dinámica del miedo. Y, como el acto conyugal es nuclear en la relación de los esposos, deshacer su integridad con los anticonceptivos no sólo es un mal, sino que, además, tiene consecuencias malas asociadas, que la pareja y la familia sufren aunque usen los anticonceptivos sin conocimiento de su perversidad.

En particular, el uso de anticonceptivos puede tener relación con tantos problemas en los matrimonios y las familias como estamos viendo. Esto se comprueba en el testimonio de esposos que, aun incluso con mentalidad anticonceptiva -algunas parejas no querían tener más hijos aun sin haber motivo importante para ello- , han optado por dejar los anticonceptivos y recurrir al reconocimiento de períodos fértiles. Muchísimos de ellos cuentan cómo su vida sexual ha mejorado, que su relación como esposos está mucho más unida, y quienes tenían aún mentalidad anticonceptiva y evitaban tener más hijos sin motivo para ello, se han dado cuenta de que quieren tener más hijos y han abandonado incluso estos métodos naturales.

Una estadística citada por Vida Humana Internacional mostró que el índice de divorcios es del 50% en matrimonios que tuvieron relaciones sexuales prematrimoniales y usan anticonceptivos después de casarse. En cambio, es tan sólo del 6% (casi 10 veces menor) en parejas que no tuvieron relaciones prematrimoniales y luego no usan anticonceptivos.

Para colmo, muchos anticonceptivos producen problemas de salud, mientras que el reconocimento de los períodos fértiles no presenta ninguno, y en sus formas más avanzadas, a partir del método Billings, es tan fiable como aquellos.

Si queremos defender nuestro matrimonio y nuestra familia -incluso nuestra salud-, y fortalecer nuestra relación de esposos, entre nosotros y con Dios, mandar bien lejos los anticonceptivos y toda la mentalidad anticonceptiva es una buenísima idea, imprescindible.

 

¿Nos habla la Biblia de la anticoncepción?

Como ya hemos comentado, evitar la anticoncepción es una cuestión moral, humana, no una norma religiosa. Por eso, podemos comprenderla observando cómo somos, cómo es la relación sexual y la procreación humana. Pero además, Dios nos recuerda en su Revelación las cuestiones morales, que tienden a estar oscurecidas en nuestra conciencia, por las consecuencias del pecado original y por nuestros propios pecados.

En concreto, la Biblia habla de la anticoncepción en la historia de Onán (Génesis 38,1-10), que según la costumbre hebrea, se casó con la viuda de su hermano mayor para darle descendencia a su hermano. Éste había muerto por ser malo a los ojos de Yahvé. Pero como Onán no quería darle esa descendencia, usaba la "marcha atrás", el "anticonceptivo" de su tiempo. Eso desagradó a Yahvé, que le hizo morir también.

El mal ejemplo de Onán es también un caso adecuado para ver que la Iglesia no rechaza los anticonceptivos por ser artificiales, -lo cual es un error común-. Lo artificial puede ser perfectamente bueno, como lo son muchos medicamentos; y lo natural puede ser malo, como lo es la "marcha atrás". La clave para que un medio sea adecuado para obtener el buen fin de reducir la fertilidad en una situación bien justificada, no es que sea natural, sino que respete la mutua entrega en plenitud de los esposos, en el acto sexual. Eso incluye la donación de la mutua fertilidad -mucha, poca o ninguna- que tengan en ese momento.

Se trata de un análisis muy sutil, y por eso es difícil de entender para muchos y produce tanta controversia, aparte de que se encuentra en las antípodas de los contravalores que nuestra sociedad promueve. En el pueblo de Israel, sin embargo, la descendencia era reconocida como una bendición. 

 

¿Son malos los anticonceptivos por ser artificiales?

Ya hemos comentado antes, refiriéndonos al pecado de Onán -coitus interruptus- el error frecuente de creer que la Iglesia rechaza los anticonceptivos por ser artificiales, y acepta en cambio el reconocimiento de períodos fértiles por ser natural, lo cual hemos visto que es absurdo, pues la Iglesia no rechaza lo artificial. Somos cristianos, no naturistas o algo así. Los antihipertensivos son buenos, y son artificiales. La analgesia epidural en el parto es aceptada por la Iglesia, y es artificial.

Existe otro error, de carácter pseudo-piadoso, que hasta tiene cierta gracia, que es pensar que la Iglesia acepta el reconocimiento de períodos fértiles porque falla, y así se le deja un "hueco" a Dios para actuar... El argumento se cae sólo al expresarlo, pero puede ser interesante darle contestación, porque esas ideas confunden bastante:

- En primer lugar, cuando existe un razón de peso para, con responsabilidad, evitar de momento que venga otro hijo en lo posible, se está haciendo lo correcto, y por tanto, no hay que usar medios defectuosos, como si hiciéramos algo malo, pero poco... En casos graves y con un buen discernimiento previo, evitar tener un hijo que va a ser muy difícil de mantener y criar bien puede ser más respetuoso con la voluntad de Dios que tenerlo sin plantearse nada. Dios nos ha dado inteligencia y libertad para que las usemos bien. 

- En segundo lugar, los métodos de reconocimiento de fertilidad actuales, a partir de los descubrimientos del matrimonio Billings sobre la textura del moco cervical y su relación con la fertilidad, no fallan más que el DIU, por ejemplo. La imagen de que fallan, que sólo sirven para mujeres con ciclos regulares, o con nivel cutural elevado, viene quizá por los antiguos métodos de la temperatura y el calendario -Ogino-, pero hoy está completamente injustificada. Actualmente disponemos del método Billings, el sintotérmico y el Creighton, muy fiables y versátiles, aptos para cualquier mujer. Se han probado en mujeres con ciclos irregulares y con nivel cultural bajo, hasta en la selva o en poblaciones rurales chinas. Como la mentalidad anticonceptiva y la industria que comercializa anticonceptivos rechazan el reconocimiento de la fertilidad, los mitos sobre los "métodos naturales" se siguen difundiendo, y muchos profesionales ni siquiera los conocen. 

Además, los anticonceptivos, como hemos dicho, también fallan. Si fuera por "dejarle opciones a Dios" -más allá del milagro, se entiende- el preservativo sería mejor que el reconocimiento de la fertilidad, pues falla más, y la marcha atrás sería lo mejor de todo. Evidentemente, no es así. La clave, como ya hemos repetido anteriormente, no es que el medio sea "natural", ni que falle, sino que respete la integridad de la entrega total de los esposos en el acto sexual, incluida la entrega de la fertilidad -poca, mucha o ninguna- que tengan en ese momento.

 

¿Tiene tanta relevancia una cuestión aparentemente tan "sutil"?

Aunque sea una cuestión muy sutil, es enormemente importante, y las consecuencias de la anticoncepción son gravísimas para el matrimonio, la familia y toda la sociedad, como estamos viendo. Aunque parezca sutil, la diferencia entre la mentalidad familiar y la mentalidad anticonceptiva encierra todo un cambio antropológico, es decir, una revolución que ya comentó Pablo VI en Humanae Vitae, acerca de cómo entendemos la vida, el amor y la sexualidad, los seres humanos. La anticoncepción y el aborto son dos caras de una misma moneda. Caigamos en la cuenta de lo siguiente:

1. Sin aborto, se cae la mentalidad anticonceptiva, porque los anticonceptivos fallan.

2. Sin mentalidad anticonceptiva, se cae la promiscuidad y la banalización del sexo: si la mujer se queda embarazada y tiene al niño, se cae toda la revolución sexual.

3. Si no hay revolución sexual, la sexualidad vuelve a estar unida al matrimonio y a los hijos, es decir, a las familias. La vida de los jóvenes vuelve a estar orientada a formar una familia.

Por tanto, el aborto y la anticoncepción son imprescindibles para romper la familia y el orden natural. Se dedican cantidades ingentes de dinero y muchos esfuerzos para promoverlos y extenderlos por medio de falsas ONG como Planned Parenthood, o las llamadas "políticas de salud reproductiva" (ONU). 

 

Otras consecuencias de los anticonceptivos: reacciones adversas y aborto

Los anticonceptivos tradicionales, con su riesgo de problemas de coagulación sanguínea, al ser tomados por millones de mujeres durante décadas, mandaron al hospital a cientos de miles de ellas en todo el mundo, por infartos o tromboembolismos. Es algo que se olvida selectivamente. No cesan de aparecer problemas nuevos, y sin embargo, ¡qué empeño en utilizarlos, como si fuera sano hormonarse como parte de la dieta o colocarse un artefacto en semejante sitio!: Problemas de coagulación sanguínea, con tromboembolismo, infartos e ictus potencialmente mortales, hemorragias cerebrales, embarazos ectópicos, dolores de cabeza y gástricos, alteraciones que dificultan luego quedarse embarazada cuando sí se desea, hemorragias y perforaciones uterinas con el DIU, etc. Muchos de estos riesgos son poco frecuentes, pero afectan a miles de mujeres, ya que son millones las que usan anticonceptivos durante años. 

Para colmo, casi todos los fármacos y dispositivos tienen algún efecto abortivo complementario, por eso aumentan los embarazos ectópicos, reflejo de los que no se ven porque no pueden implantarse en el útero. Señalaremos algunas cuestiones técnicas que hoy, con tanto que se habla sobre el consentimiento informado, no se dicen a quienes los usan. Muchas personas, incluso profesionales, andan engañados con esto, porque son cuestiones difíciles de comprender, y lo que es difícil de comprender es más fácil de manipular. Intentaremos explicarlo, porque para que una pareja tome decisiones responsables deber ser libre, y para ser libre necesita conocer la realidad, no que se la escondan bajo cualquier pretexto.

Una vez que el espermatozoide fecunda al óvulo, se produce el zigoto y este embrión va creciendo en su viaje de 5-6 días por la trompa de Falopio hasta el endometrio (mucosa que recuble el útero). Para que pueda anidar en el útero se necesita una regulación estrecha de factores hormonales y del propio tejido endometrial. Este es un proceso muy delicado, que prepara la recepción del embrión: se llama decidualización. Todo esto exige una coordinación adecuada: si el embrión llega antes de tiempo, la mucosa del útero no está preparada, el embrión no puede anidar y muere. Si llega más tarde, la mucosa ya está desprendiéndose, el embrión no puede anidar y muere también. Si llega a tiempo pero falla alguno de los cambios moleculares o del tejido que deberían darse, el delicado proceso que supone la unión del embrión y de la madre falla, y el embrión muere. 

En condiciones normales, este delicadísimo proceso tiene un elevado porcentaje de éxito. Se ha calculado que el 80% de los cigotos llegan a implantarse. Esto es muchísimo más que con la fecundación in vitro, por cierto (no llega a la mitad), porque en ese proceso, algunos de estos factores fallan.

Pero ¿qué pasa cuando ese delicado proceso está alterado, porque se están tomando hormonas que cambian la regulación de estos acontecimientos, o cuando hay presente un DIU en el útero? Ocurre lo siguiente:

- La píldora anticonceptiva, sea con estrógeno y progestágeno, o las modernas con progestágeno solo, así como las inyecciones o implantes hormonales y el anillo vaginal, dificultan el paso de los espermatozoides e impiden la ovulación, por lo que el óvulo y el espermatozoide no llegan a encontrarse, y no se llega a producir la fecundación. Pero ese método no funciona el 100% de las veces; en ocasiones, sí llega a producirse la ovulación y el encuentro del óvulo y espermatozoide, y no sólo sucede cuando hay olvido de tomar la píldora, que también ocurre. En estos casos sí puede haber fecundación, pero las alteraciones hormonales dificultan la implantación, la anidación del embrión en el útero, y este muere. Por tanto, los anticonceptivos hormonales tienen un mecanismo secundario que es abortivo. Generalmente, no llega a a existir el embrión, pero si llega a producirse, este tiene muchas probabilidades de no implantarse. Una revisión ha estimado que esto puede suceder desde una vez al año (mini-píldora, inyectables de progestágeno -excepto medroxiprogesterona-) hasta una vez cada 11 años (píldora combinada). Sólo el implante de acetato de medroxiprogesterona carece de efecto abortivo, al inhibir por completo la ovulación.

- El DIU se coloca en el interior del útero, y genera cambios que son hostiles para el paso y la función de los espermatozoides, con lo que, aunque se produzca ovulación, el óvulo no llega a ser fecundado y no hay embrión. Pero esto tampoco sucede el 100% de las veces. En ocasiones, un espermatozoide llega a fecundar al óvulo, y el embrión llega a una mucosa uterina que está alterada por la presencia del cuerpo extraño (DIU), con lo que la implantación se dificulta mucho; el embrión no puede anidar y muere. El DIU tiene estos dos mecanismos complementarios para impedir la gestación: uno anticonceptivo y otro abortivo. Este último puede tener lugar una vez al año o una vez cada dos años, según el tipo de DIU.

 

Pero hay quien dice que no son abortivos porque, de hecho, hay embarazos...

Existe el mito de que, como tanto con el DIU como con la píldora hay "fallos" y se puede tener hijos, aunque muchos menos, se supone que estos medios no tienen mecanismo abortivo. Se cuenta el caso de un niño que nació con el DIU pegado a la cabeza... Pero esta es una falacia que no resiste el más mínimo análisis. Hemos visto cómo tanto el DIU como los anticonceptivos hormonales dificultan la anidación del embrión. Pero, lo mismo que ocurre con el efecto de impedir la ovulación, este impedimento de la implantación también falla a veces, y la vida se abre camino.

Sin embargo, por cada niño que nace con el DIU o con la píldora, ha habido otros muchos embriones que sí han sido engendrados y no han podido seguir desarrollándose porque no han conseguido implantarse, ya que el ambiente hostil del útero no les acogió.

Además, existe otra evidencia del efecto abortivo del uso de anticonceptivos: el aumento generalizado de los embarazos ectópicos. El uso de anticonceptivos hormonales y el DIU es la principal razón de que los embarazos ectópicos estén aumentando en las sociedades. ¿Por qué? Esto es un poco más complicado de explicar:

El embarazo ectópico resulta cuando un embrión no llega al útero y trata de implantarse en la trompa de Falopio, lo cual es imposible que prospere. El embarazo ectópico acaba con la muerte del embrión y a veces, con problemas cardiovasculares y de fertilidad para la madre, si no se interviene. En situaciones naturales, el embarazo ectópico ocurre con una frecuencia muy pequeña con respecto al total de embarazos.

Sin embargo, cuando se toman anticonceptivos o se tiene implantado el DIU y fallan, la implantación normal en el útero está impedida, pero la implantación errónea en la trompa, no. Por eso aumenta la proporción de embarazos ectópicos. Por cada embarazo ectópico en una mujer que usa anticonceptivos, hay muchos otros que habrían sido embarazos uterinos normales, los cuales no han llegado a producirse. ¿Por qué? Precisamente por ese efecto abortivo secundario que tienen los anticonceptivos hormonales y el DIU.

Por eso, aunque sea difícil de entender, el aumento de la frecuencia de embarazos ectópicos en las modernas sociedades anticonceptivas es un testigo de los numerosos abortos ocultos que produce la anticoncepción, los cuales no figuran en ninguna estadística sobre abortos, y deberían sumarse al aborto provocado, a los de la píldora del día después -abortiva en la mitad de los casos- y a los embriones eliminados por la fecundación in vitro, congelados y abandonados a cientos de miles, así como malogrados por la gran deficiencia del método. 

Es una realidad difícil de aceptar, por lo extendida y silenciada, pero solo la verdad nos hace libres y capaces de actuar con responsabilidad.

 

Entonces ¿cómo entender la paternidad responsable?

En las decisiones del matrimonio sobre la fecundidad, hay que tener en cuenta, como en todo, la distinción entre la finalidad de los actos, los medios que se usan, y las circunstancias. Para que un acto sea bueno, deben ser buenos los tres: fin, medio y circunstancias.

El fin es la intención con que se hace algo, lo que se persigue con ello. Por ejemplo, en la decisión de evitar en lo posible tener más hijos, puede haber varios fines distintos. Un matrimonio puede hacerlo porque la mujer lleva varias cesáreas y corre un riesgo médico. Otro, porque se han quedado sin ingresos suficientes y no van a poder mantenerlos dignamente. Los terceros, porque piensan que ya tienen la parejita que siempre habían pensado y tener más hijos supone una incomodidad, innecesaria. Los dos primeros tienen un fin relacionado con una causa grave; su intención es evitar un daño para la salud o, en el segundo caso, una situación económica demasiado precaria para la familia y el propio hijo nuevo: una paternidad responsable aconseja no tener más hijos. En el tercer caso, tenemos lla mentalidad anticonceptiva, tan extendida, con la idea de la "planificación familiar". El hijo no se entiende como don de Dios en cuyo nacimiento somos cooperadores, sino que nosotros decidimos y controlamos. Es un fin equivocado.

- Si tenemos un fin bueno, como evitar tener más hijos que no podemos mantener, y usamos un medio bueno, como el reconocimiento de períodos fértiles, el acto es bueno.

- Si tenemos un fin bueno, como evitar tener esos hijos que no podemos mantener, y usamos un medio malo, como los anticonceptivos o la marcha atrás, el acto es malo. El fin no justifica los medios. Lo malo sale mal, es decir, así, sin darnos cuenta, no sólo actuamos mal, sino que dañamos nuestro matrimonio, abriendo la puerta a problemas de los que ya hemos hablado.

- Si tenemos un fin malo, como evitar tener más hijos por pura mentalidad anticonceptiva, y usamos un medio que no es malo en sí, como el reconocimiento de los períodos fértiles, el acto es malo, porque es mala su intención.

- Finalmente, si tenemos un fin malo (mentalidad anticonceptiva) y usamos medios malos (anticonceptivos o la fallida marcha atrás), el acto es malo, evidentemente. Esto es lo más frecuente, por desgracia.

Tomar la decisión de evitar tener más hijos ante un problema grave, ejerciendo una paternidad responsable, es algo muy importante, que generalmente requiere meditación, oración, diálogo entre los esposos y consejo espiritual con alguien que sea fiel a la enseñanza de la Iglesia. Podemos encontrar esta enseñanza en el Catecismno y en la Encíclica Humanae Vitae de Pablo VI.

 

Y ¿cómo evitar el embarazo en casos graves, empleando un medio bueno?

Como hemos dicho, ya es posible reconocer cuándo la mujer está en un periodo fértil (5 días al mes) o infértil, ya sea por métodos naturales o artificiales (aparatos de análisis). Ambos son plenamente aceptables.

El reconocimiento de los periodos fértiles es un aprendizaje sencillo que toda mujer podría tener. Hoy día, la posibilidad de reconocer los días infértiles es muy fiable con los nuevos métodos, en particular con el Billings, el Sintotérmico o el Creighton, que ya no dependen del calendario y la temperatura, sino que observan el moco cervical como signo fisiológico de fertilidad. Por tanto, puede ser utilizado en ciclos poco regulares. Incluso es útil para comprobar si los ciclos están siendo fértiles y detectar problemas.

Respetar la integridad del acto sexual es, además, muy positivo para la vida sexual de la pareja. Como ya hemos dicho, lo bueno de los métodos de reconocimiento de la fertilidad no es que sean naturales. Lo artificial puede ser bueno, como los medicamentos, y hay métodos de reconocimiento de la fertilidad que son artificiales, como los aparatos de autoanálisis, y también son buenos. La clave de su aceptación ética es que respetan la entrega total que supone el acto sexual, incluida la fertilidad. En otras palabras, realizar el acto sexual en los períodos infértiles respeta la capacidad de procrear (poca, mucha o ninguna, según los días) que tiene la pareja al unirse.

Por eso, este método puede ser bueno, siempre que el matrimonio haya acordado, tras un dicernimiento adecuado, que existe una causa grave para evitar la procreación.

Curiosamente, como el reconocimiento de la fertilidad respeta algo tan importante como esa donación mutua integral, incluso matrimonios que han empezado a usarlo sustituyendo a la píldora con una intención anticonceptiva poco justificada, han seguido progresando en su comprensión de la unión sexual y se han abierto a la vida. Hay muchos casos de ello.

Antes, estos métodos eran poco fiables (el de la temperatura, el del calendario, etc). Sin embargo, los métodos de nueva generación, como el Billings, el Creighton y el Sintotérmico, que reconocen la fluidificación del moco cervical, tienen una muy alta fiabilidad. Los naturales tienen la ventaja de no tener gastos una vez se aprenden. Se han usado con éxito inlcuso en mujeres con períodos irregulares y con muy pocos estudios (selvas americanas, áreas rurales chinas, etc.).

Por eso nos urge contar -en todas las zonas geográficas- con personas que puedan tener esta formación y trasmitirla a otros, algo que las Diócesis y sus Centros de Orientación Familiar pueden procurar. El reconocimiento de la fertilidad debería ser enseñado en programas de educación sexual a los jóvenes, explicado a todos los estudiantes universitarios -especialmente, tenemos el deber de hacerlo en las instituciones universitarias cristianas-, deberían integrarse en la cartera de servicios de las instituciones sanitarias que ofrecen servicios de medicina familiar y ginecología, y podrían integrarse perfectamente entre los servicios ofrecidos por las oficinas de farmacia.

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