Con 40 años y tres hijos, –la mensor de 14 años– Liliam Sinche tenía descartado la posibilidad de un nuevo embarazo. No solo por la edad, sino por las circunstancias económicas: su marido estaba en paro y ella, embarazada, corría el riesgo de perder su puesto de cocinera en un restaurante. Sin embargo, “en cuanto supe que esperaba un bebé, corrí derechita a la iglesia; allí lloré y lloré... y sentí una gran calma. Este niño iba a salir adelante como fuera”. Y, efectivamente, no perdió el trabajo, pero Liliam reconoce que ningún compañero la apoyó, es más, “me encerraba en el baño a llorar y a algunos solo les faltaba ponerme el pie para que me cayera”. Sin embargo, contaba con el respaldo de la parroquia de San Ramón nonato, en Madrid, a la que llegó buscando consuelo.
Allí Liliam conoció el Proyecto Ángel y, con él, a otras madres en su situación; a Susana, responsable del Proyecto Ángel, quien se encarga de facilitar a las mamás –también después de dar a luz–, ayuda económica, pañales, alimentos o ropita para el bebé. "Lo más valioso del Proyecto Ángel es tener a alguien que te escuche", confiesa Magaly Imaicela, otra de las mamás del Proyecto.
“En mi caso, yo ya había sufrido mucho con mi primer hijo y, además, mi pareja había estado detenido... él no quería que siguiera adelante con el bebé”. Fue entonces cuando, superada por la situación, empezó a asistir diariamente a San Ramón. “Me sentí muy sola, yo no quería abortar, pero mi novio me insistía. Hasta que un día ya pedí la cita en la clínica. Según estaba yendo a la clínica, me llamó mi pareja para decirme que no lo hiciera. Días después me contó que había soñado con nuestra hija diciéndole “¡Papá, déjame vivir!”.
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