El aborto, injusticia desesperada con los más débiles

Soy gusano, no hombre,

oprobio de la gente y desprecio del pueblo.

Salmo 22

 

 Cada 5 de Julio, que coincide con la promulgación de la primera ley del aborto en España, de 1985, rezamos un rosario por la vida y ofrecemos un testimonio público de respeto por el ser humano, desde la concepción hasta la muerte natural.

 En España hay actualmente un aborto cada 4 minutos y medio. Estos abortos no son en absoluto una verdadera ayuda para la mujer, sino un lastre tremendo para su desarrollo y su vida. Muchas mujeres van desesperadas y muy presionadas a abortar, por el entorno y las circunstancias.

 Sigue habiendo 310 abortos diarios pese a las fallidas campañas de supuesta salud reproductiva, porque se sigue promoviendo la sexualidad como mero instrumento de diversión y placer, desligada del amor, compromiso mutuo y responsabilidad compartida. De esta forma, el aborto se ha convertido en la oscura cloaca de la revolución sexual, dañando aún más a los jóvenes.

 Mientras se presume ante las cámaras de acoger a los discapacitados, se detecta y elimina a niños y niñas con síndrome de Down para que no lleguen a nacer y no den problemas. Esto no es progreso ni feminismo, sino hipocresía social y pasividad frente a un genocidio silencioso: se han eliminado directamente el último año 113.031 vidas humanas de niños y niñas en España, más las desconocidas con la píldora del día siguiente y la destrucción de embriones derivada de la reproducción artificial.

 Digámoslo claramente: si no hubiera una fuerte ideología antifamiliar y anticristiana, apoyada por los poderes económicos más insolidarios del planeta, utilizando todos los medios de propaganda durante décadas, poquísimos ciudadanos europeos habrían aceptado la absurda y cruel idea de que lo que cualquiera puede ver en una ecografía no es su hijo o su hija, que ni siquiera es un ser humano, y que puede acabarse con su vida a conveniencia. ¡No es su cuerpo, es su hijo! Cualquiera es capaz de entender que, si a cualquiera de nosotros nos hubieran eliminado siendo embriones, no estaríamos aquí, nos habrían robado toda nuestra vida. Y sólo el cinismo es capaz de justificar que un crimen no es grave si el que lo sufre no se entera. Los cristianos,  sin embargo, sabemos que estos niños viven y están en los brazos misericordiosos de Dios Padre.

 El aborto no es una interrupción voluntaria del embarazo, sino la eliminación de una vida humana, en un estado de desesperación. Eso no es feminismo, porque la mujer no necesita poder eliminar a sus hijos para ser libre, necesita poder amar y ser amada, respetar y ser respetada. “El aborto -en palabras de María Echanove, rescatadora provida- es el arma más machista que hay”. Trata a la mujer como a una cosa, como a una máquina a la que se le estropea una pieza, se repara y sigue funcionando como antes. Esto, además, es una gran mentira, como sabemos quienes ayudamos a mujeres que han abortado, a superar el síndrome post-aborto.

 Por tanto, al aborto es lo opuesto a un derecho humano: es un crimen inhumano que deja una inmensa carga de culpabilidad en quienes, desesperadas, se someten a él. Nosotros estamos dispuetos a acogerlas y ayudarlas, también a los hombres y a los que han realizado abortos. Muchos de los mayores defensores de la vida son abortistas que se han convertido. El verdadero derecho humano es a nacer, a vivir, a ser respetado, acogido y amado, y a ser madre (y padre) teniendo la ayuda de quienes te rodean y de la sociedad, no siendo presionada o presionados por todos para que supuestamente arregles tu problema, como hemos visto ya en muchos casos reales.

 La propaganda ha eclipsado la mente de millones, y el abandono de la fe nos ha dispuesto a ser débiles, adoctrinados con facilidad por el mal. El derecho a vivir y a ser acogido con amor no es cuestión de fe, es una cuestión de pura humanidad, ligada a la dignidad humana, pero la fe y la gracia nos ayudan a defender la verdad y la vida a contracorriente. Por eso invitamos a quienes nos quieran acompañar a rezar este Rosario para entregar a estos niños, a estas madres y padres, por medio de María, en los brazos misericordiosos de Dios, y que Él cambie nuestros corazones y los de muchos más.

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