COVID-19: ¿a quién salvar la vida y a quién no?

AUTOR : Emilio Alegre - Spei Mater Cadiz

 

Una de las situaciones más temidas por un médico es aquella en la que no puede atender a todos sus pacientes como quisiera y debe decidir a quién salvar la vida… y a quién no. Se dan en una guerra, en una catástrofe, en un accidente múltiple, y se están dando ahora. Hace unas semanas, oíamos a los médicos italianos horrorizarse de haber llegado a ese punto, y luego ocurrió en España. Nuestros médicos y enfermeras lidian valientemente con la muerte, intentado parar este golpe, que afecta sobre todo a los ancianos y enfermos.

 

Por eso, no dábamos crédito cuando, en pleno pico epidémico, el Jefe de Epidemiología de la Universidad de Leiden (Países Bajos) acusó públicamente a Italia y España por tener nuestras unidades de cuidados intensivos llenas de ancianos. Lo achacaba a una cuestión “cultural”. Por supuesto, si les hubiéramos dejado morir a todos, no tendríamos tantos problemas, pero resulta increíble esa pérdida de humanidad y esa frialdad con quienes se merecen todo nuestro respeto, después de una vida de trabajo y dedicación.

 

La situación no es fácil. Imaginemos a los médicos que en estos días tienen una cama libre en UCI y un respirador, pero dos o más pacientes esperando: ¿cómo deciden? ¿por orden de llegada?  Eso sería una grave negligencia porque, si descartan al que más lo necesita por una cuestión de orden de llegada, se perderían al final muchas vidas. Es preciso valorar qué es lo mejor, aunque les duela tener que hacerlo (han estudiado Medicina para salvar vidas), y han de tomar decisiones que afectarán a la vida de las personas. Va en la profesión.

 

El Ministerio de Sanidad ha publicado un informe de aspectos éticos para esas situaciones. Rechaza cualquier tipo de discriminación por edad, sexo, etc. (citando el artículo 14 de la Constitución), y sostiene expresamente el "principio de máximo beneficio en la recuperación de vidas humanas". Lo que debe hacer el médico o el equipo, por tanto, es valorar en qué paciente el uso de ese recurso escaso aumentará más sus probabilidades de sobrevivir. Si lo hace con acierto cuando no tenga más remedio, conseguirá salvar la vida a más personas. El documento del Ministerio añade un texto lapidario, aplicable tanto a la discriminación por edad como por discapacidad:

 

“Aceptar una discriminación como la anteriormente reflejada supondría establecer una minusvaloración de determinadas vidas humanas por la etapa vital en la que se encuentra dicho sector de ciudadanía, lo que contradice los fundamentos de nuestro Estado de Derecho, en particular el reconocimiento de la igual dignidad intrínseca de todo ser humano por el hecho de serlo”.

 

Un documento de consenso ético que reunió a mediados de Marzo a 25 sociedades médicas y centros de bioética señala también la necesidad de evitar el enfoque simplista de la discriminación por edad. Atendiendo a sus recomendaciones que buscan “maximizar el beneficio del bien común”, un paciente con necesidad de usar un respirador tendría prioridad en cuanto que tenga mayores probabilidades de recuperarse gracias a él, frente a los que tengan menos probabilidades de hacerlo, bien por la propia pneumonía, o por otra enfermedad de base.

 

Sin embargo, y a pesar de lo que hemos dicho antes, los datos reales pueden resultar sorprendentes (ver abajo).

 

 gráfico: rtve.es

 

Pese a que la mayor frecuencia de fallecimientos se da en mayores de 80 años, estos pacientes son mucho menos ingresados en UCI. ¿Cómo se explica esto? Primero, es posible que muchas personas de más de 80 años estén en estados de gran fragilidad, en los que no se considere su ingreso en UCI. A una persona mayor y muy frágil, es razonable no someterla a una ventilación mecánica, incluso a veces ni hospitalizarla. En segundo lugar, a igualdad de condiciones, muchas personas de avanzada edad que llegan al estado crítico tendrían menos posibilidades de sobrevivir, por lo que se estaría priorizando a otras personas que se beneficiarían más. En tercer lugar, a igualdad de posibilidades de beneficiarse, se podría estar valorando que a una persona con 65 años le quedarían, por ley natural, más años de vida que a una de 85. ¿Es suficiente esto para explicar el escalón de los 80 años? ¿Se está discriminando por edad?

 

Es posible que no siempre se estén aplicando bien los criterios éticos en casos concretos, incluso sistemáticamente en determinados lugares. Una guía de la Consejería de Salud de Cataluña publicada estos días, pivota claramente la decisión sobre la edad, y establece que no se usen respiradores en mayores de 80 años, posibilitando que esto se haga en situaciones donde no haya carencia de recursos. Algo similar sucede con los criterios que se han difundido en Francia, más simplistas y enfocados no al mayor beneficio, sino principalmente a la edad. Por otra parte, uno de los mayores errores de control de la epidemia ha sido la atención insuficiente a las necesidades de los mayores punto negro: las residencias de ancianos. Un 30% de las muertes totales en España a fecha de 4 de Abril, se habían producido en ancianos que vivían en residencias, pero pueden ser muchos más, porque ni siquiera se está contabilizando a muchos que mueren sin prueba ni autopsia. Esta desinformación sobre muertes de ancianos maquilla los datos y es otra forma de discriminación.

 

Criterios como los antes señalados se van acercando peligrosamente a los aplicados en Holanda y Bélgica, donde parece minusvalorarse la vida de los ancianos. A eso se le llama “etaísmo”, discriminación por edad y merece nuestra enérgica oposición. Nuestros mayores no se merecen eso, sino asegurar que se cumplan los criterios éticos reconocidos por el informe del Ministerio.