Frases para una guerra

Como parece que ahora está de moda decir que estamos en guerra, que esto es la mayor crisis desde la Segunda Guerra Mundial y cosas parecidas, se me han venido a la cabeza hoy algunas frases de personajes célebres de la Segunda Guerra Mundial que son realmente certeras y adecuadas al momento.

Haciendo un paréntesis, el hecho de decirnos que estamos en guerra, aunque sea contra un «bicho» ofrece muchas ventajas:

  • Si es una guerra, entonces todos tenemos un enemigo común que vencer y para ello no se puede disentir de lo que decide el líder porque se considera antipatriótico
  • Si es una guerra, entonces las decisiones no se cuestionan, porque lo hacen todo «por nuestro bien»
  • Si es una guerra, se ocultan los muertos, solo hay unas curvas y estadísticas…

Vamos con las frases:

 

Joseph Stalin: «Una muerte es una tragedia, un millón de muertes es una estadística».

Y así estamos ahora, con las estadísticas, la persona individual no es importante. El otro día me llamó la atención la alegría que causaba que solo habían muerto ese día casi 400 personas. Supongo que los familiares de esas 400 personas no estarían muy alegres del doblegamiento de la curva. Solo son cifras, estadísticas, ya no hay personas detrás, con su historia, con su vida, con sus familias.

Es una de las características de la cultura de la muerte: «cosifica» a las personas, las despoja de su dignidad, se les niega su humanidad. Una vez reducidas a objetos se puede hacer cualquier cosa con ellas.

No puedo evitar el paralelismo como los más de 100.000 españoles que mueren cada año víctimas del aborto provocado: no tienen cara tampoco, porque se considera de muy mal gusto, incluso penado, enseñar fotos de cómo es un aborto, por eso solo es una cifra que nos dan a escondidas y en el último momento que apenas merece un artículo de media página en el mejor de los casos.

Joseph Goebbels «No hay necesidad de dialogar con las masas, los eslóganes son mucho más efectivos. Estos actúan en las personas como lo hace el alcohol»

Toda la propaganda de los gobiernos totalitarios como el nuestro, así como la estrategia de implantación de leyes de la cultura de la muerte, esta basada en eslóganes o «mantras», llamémosle como queramos. Se repiten y la gente los acepta como verdades absolutamente incontestables aunque no soporten el más mínimo análisis lógico. Seguro que todas resultan familiares: «nosotras parimos, nosotras decidimos «no importa a quien ames» «el machismo mata» «todos tenemos derecho a una muerte digna».

Pero hay una que va como anillo al dedo a la situación actual «España no se merece un gobierno que nos mienta». Qué raro que ahora no salga en todos los medios de comunicación, me pregunto por qué será.

Winston Churchill: «Aceptasteis la indignidad por no tener guerra y ahora tenéis la guerra y la indignidad”

Esta frase es una de mis favoritas. Churchill se refería a la política de apaciguamiento que habían seguido las potencias europeas frente a los desmanes de Hitler, como él seguía a lo suyo y no le plantaban cara pues siguió la escalada hasta que fue demasiado tarde. Aceptaron lo inaceptable esperando amansar a la bestia, la bestia se envalentonó y después de tanta concesión y humillación tuvieron guerra igual.

Creo que a menudo esta está siendo nuestra actitud, sometiéndonos al poder en cosas que no debemos de someternos, disculpando cosas que no debemos disculpar y aceptando cosas que no debemos aceptar y procurando ser «friendly»: no queremos estar a malas con el mundo, no queremos ser perseguidos, queremos tener buena imagen.

Nos esforzamos sobre manera en no hablar del pecado por no molestar a nadie, y menos del infierno no vaya a ser que se asusten.

No respondemos a las ofensas, no las que nos hacen a nosotros, sino a Nuestro Señor Jesucristo o a Nuestra Madre la Virgen y las disculpamos diciendo que son «tonterías de juventud».

Nos empeñamos en resaltar enormemente la labor asistencial de la Iglesia, que sí está bien vista o incluso la psicológica, que para eso estamos también por supuesto, y en pasar de puntillas en la espiritual, que ya no está tan bien vista y que a la postre es la nuestra y la más importante.

Nos adaptamos y hacemos mil y una filigranas para adaptarnos a cualquier ideología con tal de no perder nuestra seguridad económica.

Somos los más obedientes entre los obedientes de las normas de confinamiento, aunque estas vulneren nuestros derechos más elementales entre ellos la libertad de culto.

¿Y qué hemos conseguido con tanta complacencia? Indignidad y persecución, las dos cosas. ¿o pensábamos que la bestia se iba a tranquilizar yendo en plan «buen rollito»? La bestia no se calma, la bestia quiere devorarnos, no porque nosotros seamos muy especiales sino porque somos la Iglesia, el Cuerpo de Cristo.

Alguno podrá pensar que Jesús nos dijo que pusiéramos la otra mejilla. Son los mismos que justifican cualquier cosa con frases del evangelio sacadas de contexto y manipuladas a su antojo. Si yo tomo aisladamente la frase «las prostitutas os precederán en el reino de los cielos» igual pienso en prostituirme para ser la primerita en entrar al Cielo.

No se trata de ser vengativos, se trata de no ser cobardes, se trata de ser fieles, se trata de decir la verdad.

Leyendo las lecturas de los Hechos de los Apóstoles de estos días sorprende la frescura y desparpajo con la que los apóstoles proclamaban la Resurrección, desde luego muy distinto de nuestros discursos tan llenos de buenismo y de «políticamente correcto» donde apenas se menciona a Dios no vaya a ser que alguien se nos escandalice.

Cristo ha vencido al mundo, y con Él nosotros también venceremos.