¿De verdad pensáis que la cultura de la muerte no trae consecuencias?

FUENTE: INFOCATOLICA

LUIS FERNANDO PEREZ BUSTAMENTE - Articulo del 2014 pero de plena actualidad

 

 

Yo contesté: ¿Quién eres, Señor? El Señor me dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate y ponte en pie, pues para esto me he aparecido a ti, para hacerte ministro y testigo de lo que has visto y de lo que te mostraré aún,  librándote de tu pueblo y de los gentiles, a los cuales yo te envío para que les abras los ojos, se conviertan de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás a Dios, y reciban la remisión de los pecados y la herencia entre los santificados por la fe en mí.

(Hech 26-15-18)

… para no ser víctimas de los ardides de Satanás, ya que no ignoramos sus propósitos.

(2ª Cor 2,11)

Satanás, de quien el Papa acaba de decir que lejos de ser un mito, es un ser real contra el que los cristianos debemos luchar y al que debemos y podemos vencer -ya lo hizo Cristo en la cruz-, tiene mil y una maneras de lograr que los hombres no redimidos sirvan a sus propósitos. El odio que tiene el ángel caído al ser humano viene seguramente del hecho de que Dios decidió hacerse hombre para salvarnos. Una salvación que para él y sus ángeles está vedada. 

Una de las definiciones más adecuadas sobre el diablo es su condición de padre de la mentira. No hay nada verdadero en él. Su naturaleza se corrompió tanto que es incapaz de producir algo bueno y verdadero. Engañó a los primeros padres y engaña a todos los que, consciente o incosncientemente, son esclavos del pecado. 

Sin embargo, el hombre caído es lo suficientemente malvado como para no necesitar siempre de Satanás a la hora de hacer el mal. Es decir, no todo lo malo que procede del hombre tiene como origen inmediato la acción de los ángeles caídos.

Aun así, creo que la cultura de la muerte en la que estamos sumidos en Occidente es obra directa del enemigo de nuestras almas. El aborto es sin duda el banderín de enganche de las hordas infernales. No hay nada más perverso que una madre matando a sus hijos y una sociedad empeñada en considerar tal cosa como un derecho. Esa misma sociedad a veces empuja a la mujer a deshacerse de la vida que late en su seno.

 

 

Lo que acabamos de saber que ocurre en Estados Unidos no debería de sorprendernos. Son cada vez más los universitarios -es decir, jóvenes que se supone que tienen una educación por encima de la media- que verían normal poder matar a los niños nada más nacer. Y algunos creen que incluso no sería inmoral hacerlo hasta la edad de 4 ó 5 años. Se dice que siguen las tesis de Peter Signer, pero en realidad siguen una idea peor que consiste en que la dignidad de la vida humana depende de la opinión de unos cuantos, sean muchos o pocos.

Esa cultura de la muerte tiene otras derivadas cuyos resultados vemos ya ante nuestros ojos. Por ejemplo, la anticoncepción, que arranca de la sexualidad humana su valor máximo, como es el transmitir la vida. El desplome de la natalidad y el envejecimiento radical de naciones enteras es, necesariamente, una de sus consecuencias.

El ataque a la familia, con la proliferación del divorcio, el adulterio y la promiscuidad, así como el desprecio de la ley natural, con la promoción del pecado nefando de la homosexualidad, con otras de las ramas de ese árbol inmundo. Y la eutanasia, uno de sus frutos más perversos, pues abre la puerta a una eternidad lejos de Dios.

A todo ello hay que añadir las guerras, las injusticias sociales -hambre, miseria- la corrupción de los gobernantes, etc.

Lo grave es que en medio de esta cultura mortal, el cristianismo corre el peligro de caer en la tentación de intentar adaptarse en vez de combatir con el evangelio. Cuando desde el mundo dominado por Satanás se aplauden determinadas supuestas aperturas en la Iglesia, deberían de encenderse todas las alarmas

Una de las mayores mentiras que Satanás quiere hacernos creer es que a Dios el pecado no le ofende gravemente. Que su gracia sirve para perdonar pero no para transformar el pecador. Como acaba de decir el cardenal Francis George:

No es «misericordioso» contar mentiras a la gente, como si la Iglesia tuviera autoridad para dar a alguien permiso de ignorar la ley de Dios.

El papa Francisco, que no deja de hablar de la misericordia de Dios, nos ha recordado hoy cuál es la realidad a la que se enfrentan los cristianos:  El Santo Padre ha recordado que son tres «los enemigos de la vida cristiana»: «el demonio, el mundo y la carne», es decir nuestras pasiones, «que son las heridas del pecado original».

Si ya es triste que el mundo esté en manos del demonio, ¿qué habría que decir de aquellos que, diciendo creer en Cristo, están bajo la influencia de Satanás?

 

La santidad vence al mal. La oración vence al diablo. La Iglesia que ejerce bien su misión de ser luz en medio de las tinieblas no puede ser derrotada por el Hades. No nos engañemos. Con Satanás no cabe pacto alguno. No caben tibiezas. No caben acuerdos. No caben males menores. Es una guerra a vida o muerte. Y lo que está en juego no son solo nuestras vidas terrenales sino al alma de millones de seres humanos. 

No dejemos que la cultura de la muerte se instale en nuestras iglesias, en nuestras parroquais, en nuestras familias. Somos apóstoles de la vida, pero no de cualquier vida, sino de la vida eterna. Actuemos como tales, por la gracia de Dios.

Luis Fernando Pérez Bustamante