El triunfo del cristianismo y la defensa de la vida en la antigua Roma

FUENTE: ABC

Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña, profesor Titular de Historia Medieval de la Universidad CEU San Pablo, explica en este artículo la valoración que se hacía del recién nacido

El triunfo del Cristianismo en el Imperio Romano marcó un antes y un después en la protección de los derechos de los más vulnerables. La crueldad del mundo antiguo comenzó entonces a verse atemperada por el humanismo cristiano siendo el principio del fin de la violencia contra los más indefensos, los niños y los esclavos. Un logro olvidado por la selectiva memoria histórica de nuestra época.

La triste realidad es que en el mundo grecorromano a todo recién nacido que no fuera idóneo a partir de las pautas contenidas en las obras médicas de la época, auténticos manuales de instrucciones eugenésicas, generalmente se le abandonaba en la calle sin mayores escrúpulos. En cuanto al nasciturus, la mera falta de recursos bastaba para disponer de su vida por parte del padre (la madre no tenía aquí poder de decisión).

 
 

No fue hasta el 318, más de mil años después de la fundación de Roma, el que un emperador asimilara el infanticidio al crimen de parricidio, limitando así la potestad de vida y muerte del pater familias sobre su progenie, hasta entonces casi absoluta en los primeros días de vida de los bebés. Quien promulgó este decreto fue Constantino el Grande, el primer emperador cristiano.

Esto era el fruto de siglos de tradición ética cristiana en torno a la protección de la vida más preciosa, aquella de los más inocentes y los más débiles de entre los seres humanos: la de los recién nacidos y la del nasciturus. El Evangelio es la raíz original del cuidado de los más débiles. Conviene recordarlo.