Propósitos de año nuevo

Es un clásico el empezar el año haciéndose propósitos. Aunque cada vez más psicológicamente el curso empieza en septiembre a las personas nos fascina empezar cosas el día 1 de enero, estrenando año, es como un deseo de superación, de vida nueva y a la vez cumple con nuestra necesidad de realizar ritos y ponernos una fecha para poder diferenciar el antes y el después de una decisión.

Según acabo de oír en un podcast el 80 % de las personas abandonamos nuestros buenos propósitos antes de llegar el mes de febrero. Poco me parece el 80%.

Todos tenemos la experiencia de hacernos propósitos y fracasar, pero ¿por qué fracasamos?

Si tuviera que responder como coach diría que el objetivo o el propósito no estaba bien definido, que no era realista, que no había plan de acción, que no se podía medir los resultados… Y todas estas cosas son verdad y todas estas cosas están bien y hay que hacerlas, pero no son todo.

De todos estos métodos ya nos hablan los santos, que no se puede decir «este año voy a rezar más» porque esto y nada es lo mismo, sino que hay que plantearse «voy a rezar cada día los laudes a las 7:30» y después voy a poner una cruz en el estadillo. Vamos, nada nuevo en la literatura cristiana y en los maestros de espiritualidad, a los que casi nadie lee porque el «mindfulness» está más de moda. Error de terribles consecuencias.

Pero hay algo más de fondo y más importante que todos estos métodos, porque por sí solos no funcionan, y no funcionan porque les falta lo fundamental: el conocimiento de la naturaleza humana y el reconocimiento de la necesidad de la gracia.

Sobre este aspecto el clásico de espiritualidad «El combate espiritual» da muy interesantes recomendaciones.

En primer lugar, habla ya de lo que ahora se acostumbra a llamar «procrastinación». Así lo define Lorenzo Scupoli: «los que desean mudar de vida se dejan ordinariamente engañar del demonio con estos artificios: Después, después, mañana, mañana: quiero primeramente desembarazarme de este negocio y después me daré con mayor quietud de espíritu» Como ven, nada nuevo bajo el sol.

Sigue explicando por qué los buenos propósitos son ineficaces y estériles:

  1. «Nuestros propósitos no se fundan en la desconfianza propia y en la confianza en Dios». Pienso que este nuestro mayor error. Nos dicen que sí queremos podemos, que somos poderosos, que nos podemos salvar a nosotros mismos, y no, nos chocamos con la realidad. «Dios permite que caigamos a fin de que instruidos y adoctrinados con nuestras propias caídas pasemos de la confianza en nuestras fuerzas a la que debemos de poner en su gracia».

Cuando ponemos el apoyo en nuestras fuerzas y estas fallan viene la frustración, que no es sino orgullo herido y caemos en la desesperación, en el 'no soy capaz' y en vez de poner nuestra fuerza y confianza en Dios tiramos la toalla y nos damos por imposibles. No es humildad, es puro orgullo.

  1. «Nuestros propósitos no miran a la virtud y a la voluntad de Dios sino al interés propio». Se dice que nuestra sociedad venera las causas y aborrece las consecuencias, y parece que eso también nos ocurre a nivel individual. Cuando nos planteamos a principios de año después de las fiestas eso de comer mejor y adelgazar unos kilitos ¿lo hacemos porque estamos pecando de gula y faltando a la templanza o nos da igual la causa que es donde está el pecado, pero aborrecemos las consecuencias que es que engordamos? No buscamos virtud sino interés.

Esto de las causas y las consecuencias me recuerda al embarazo adolescente. Exaltamos las causas: «explorad vuestro cuerpo, disfrutad de vuestra sexualidad» pero luego nos llevamos las manos a la cabeza con las consecuencias «la niña se ha quedado embarazada». Y no, quedarse embarazada no es pecado, es la consecuencia natural de tener relaciones, lo que es si es pecado es tener relaciones cuando no toca y con quien no toca, pero a eso parece que no le damos importancia.

Les habla una profesional de los buenos propósitos e innumerables caídas, vamos más que profesional ¡doctora honoris causa! Les habla una coach experta en metodología de como fijar objetivos, planes de acción y medición de resultados. Solo hay una clave, todo lo demás son ayudas. Vivir en verdad y en humildad: desconfiar infinitamente de uno mismo y confiar infinitamente en Dios.