Testimonio de conversion gracias a la enfermedad

FUENTE: INFOVATICANA Arianna, de Perú, es psicóloga y madre de una niña. Hace cinco años tuvo un encuentro con Dios en un momento de enfermedad. «Nuestro Señor me dio una segunda oportunidad y me pidió que comparta mi testimonio con el mundo entero, para la conversión de muchas almas», cuenta Arianna para Infovaticana.

Testimonio de conversión de Arianna:

Nací y crecí en una familia católica creyente, en mi casa siempre se rezaba y se iba a misa. Mis padres y hermana siempre fueron devotos de la Virgen María y desde pequeña me acuerdo rezando con ellos el Rosario, me acuerdo que mi Primera Comunión fue un momento muy bonito y emocionante. Sin embargo, a partir de la adolescencia empecé a juntarme con amigas y amigos alejados de Dios, y empecé a tener problemas en la casa por mi rebeldía. Esto trajo un fuerte alejamiento de mis padres, por lo cual desde muy joven me sentí muy sola, incomprendida, y con una gran falta de amor. Cuando llegué a la universidad ya estaba bastante alejada de Dios, mi grupo de amigos totalmente indiferentes a los temas religiosos y lógicamente empecé a llevar a una vida donde cada vez tenía menos noción de la existencia de Dios. No recuerdo en qué momento fue, pero empecé a sentir que una voz me acompañaba muchas veces durante el día. Era como una risa en mi oído que susurraba y se reía cuando iba a pecar o estaba ante una tentación. No le di importancia hasta hace un par de años.

Mi corazón se endureció cada vez más, era incapaz de sentir pena o dolor ante el sufrimiento ajeno. Mi único interés era pasarlo bien, olvidar el dolor que sentía por la falta de amor en mi corazón y para eso me dediqué a salir de fiesta, salir con amigas, tener pretendientes, viajar y buscar las cosas del mundo como un buen trabajo, verme bien físicamente, hacer ejercicio, etc. El enemigo me encadenó a través del abuso de alcohol, y muchas veces caí en pecado mortal relacionado a esto. Puedo decirles que cada vez me sentía más vacía, y a la vez perdí la noción del pecado. Cuando cometes pecados graves y no estás en gracia, pierdes el temor y la pena de ofender a Dios y por eso apenas salí de mi casa a los 23 años, empecé a convivir con mi pareja de ese entonces, y luego con 2 parejas más. Cada relación era más tormentosa y dañina, llegué a creer que jamás nadie me amaría y que estaba condenada a sufrir toda mi vida con personas que me hacían daño y me maltrataban. En varios momentos, lo único que quería era terminar con ese dolor y la verdad creo que no intenté suicidarme solamente por la Gracia de Dios.

Busqué varias formas de acabar con mi dolor: hice terapia con Ayahuasca, imanes, chakras y empecé a notar que sentía miedo durante las noches, como si algo estuviera conmigo. No tenía idea de lo dañino que es hacer estas cosas y cómo abrimos puertas al enemigo. También leí muchos libros de autoayuda: Louise Hay, Deepak Chopra, algunos psicólogos importantes pero solo tocaban temas superficiales, me decían que yo sola podía ser feliz y lograr mis metas y la verdad siempre sentí que algo faltaba en ese speech, que no era cierto y no me calmaba el vacío interior.

Más o menos a los 30 años, mi papá me invitó a hacer la consagración al Inmaculado Corazón de María de San Luis Grignon de Monfort, y la hice con él solo para darle gusto en realidad. Desde ese momento y sin que me diera cuenta, la Virgen María empezó a protegerme de una forma especial.

A los 33 años salí embarazada de la pareja con quien vivía y me preparé para el parto natural, sin embargo al momento de dar a luz no pude dilatar y me hicieron una cesárea de emergencia. Regresé a mi casa y empecé a notar que me dolía el cuerpo, estaba hinchada y tenía mucha fiebre, así que regresé a la clínica y después de unos análisis me dijeron que tenía una fuerte infección por una bacteria intrahospitalaria y que tenían que operarme de emergencia. Hasta ese momento no tenía idea de la gravedad de mi infección, pero gracias a Dios y a una buena amiga de la familia, vino un sacerdote a la clínica y después de mucho tiempo, recibí la confesión, la comunión y hasta la unción de los enfermos. 

Al abrirme, descubrieron que tenía una sepsis y tuvieron que ponerme en coma inducido. Es en ese coma, que Dios me regaló una visión. Salí de mi cuerpo y fui trasladada a un lugar que llamo mi infierno personal. Era un lugar espantoso, es difícil describirlo con palabras pero era como una explanada interminable donde pude ver muchas escenas a la vez, en resumen vi los mayores pecados y tormentos de la humanidad y cómo las almas son engañadas por el enemigo. Vi cosas que durante mi vida había pensado que eran lo más importante como la belleza, la riqueza, el culto al cuerpo, la sexualidad en sus peores formas y vi cómo son engaños del maligno para perder a las almas y cómo una vez que las almas aceptan el engaño, no hay vuelta atrás. Comprendí muchas cosas y también fui tentada personalmente por el enemigo, quien me prometió darme todo lo que quisiera a cambio de adorarlo. Esa batalla espiritual que para mí duró siglos, sólo terminó cuando imploré a Dios que me saque de ese lugar, que yo no pertenecía allí. La misericordia infinita de Dios y seguramente la Gracia de los Sacramentos que había recibido me levantaron como una gran mano, sentí que una mano gigante me sacaba de ese lugar espantoso y empecé a elevarme. Empecé a escuchar una música como coros de miles de niños cantando, vi una luz celeste mucho más brillante que el sol y supe que llegaría a la presencia de Dios. Cuando finalmente llegué a Su presencia, se me permitió solamente levantar un poquito el velo y lo que sentí fue ríos y ríos y ríos de amor infinito que me llenaron por completo. Es una experiencia impresionante, donde el alma siente que ha llegado a su casa y quiere seguir ahí eternamente gozando de la presencia de su creador. Además, sentí mucha vergüenza y pena por tener las manos vacías ante Dios que solo me daba amor y misericordia, nunca me juzgó. Comprendí que mi vida había sido vacía y que recibiría una segunda oportunidad. Sentí las oraciones de muchas personas como pequeñas velas encendidas, oraciones vivas por mi salud.

Regresé a mi cuerpo y me desperté en UCI sin entender nada, estaba enchufada a 8 máquinas, entubada, me alimentaban por sonda. Escribí todo lo que había visto pero todavía dudaba si era un sueño. Por medio de mensajes del grupo Madre y de varias señales, Dios me fue indicando que esa visión me la había dado para compartirla y para salvar almas. Me dijo “quiero que te proclames una mujer sana y liberada por tu Padre Dios”. Salí de la clínica 28 días después, con el corazón lleno de amor y una paz nueva para mi.

 

A partir de ahí, empezó la aventura más importante de mi vida: seguir a Dios y aceptarlo en mi corazón. Yo vivía con un hombre que odia a Dios y a la Virgen María, tenía que esconderme para rezar, entonces le rogué a Dios si tú quieres, sácame de aquí y al poco tiempo me regaló un trabajo y un departamento y pude separarme finalmente de ese hombre y mudarme sola con mi hija de 1 año. A partir de ahí, Dios me tomó en sus manos como una arcilla y empezó a moldearme: viajé a Estados Unidos y a través del grupo de servidores de Baltimore me hicieron una liberación muy fuerte, entregué mi corazón al Señor y finalmente le entregué mi vida para su servicio. En esta liberación el Señor cortó las cadenas con el alcohol y la falta de amor que me esclavizó durante tantos años. Todo esto no fue inmediato, duró más o menos 3 años.

Hace un año recibí el don de locuciones internas, es decir que puedo escuchar a Dios vivo en mi corazón. Es como escuchar su voz pero en el corazón, es una experiencia bellísima y se las comparto porque todos los servidores vamos recibiendo dones que debemos descubrir y utilizar para el servicio. Diariamente me comunico con Jesús y Él guía todas mis decisiones, es increíble cómo la vida cambia. He sufrido la persecución del papá de mi hija, amenazas de quitarme a mi hija, de hacerme daño, hasta ofertas de dinero si dejo de rezar con ella. Pero Dios nos ha protegido y nos ha bendecido con todo lo que necesitamos para vivir tranquilas. Ahora le consulto cada vez que tomo una decisión importante, también me jala las orejas cuando caigo y me levanta para comenzar de nuevo. Es un Padre exigente pero a la vez amoroso y comprensivo, y sobre todo es un Dios VIVO.

No es fácil seguir a Jesús, cada día es una lucha y sigo siendo una pecadora, caigo siempre pero tengo la confianza de que Él me levantará y de que jamás me abandonará. La Virgen María ha sido y es mi gran intercesora, ella rezó al pie de mi cama cuando estaba en coma para que Dios me dé una segunda oportunidad y sigue intercediendo por mí. Mi hija ya tiene casi 4 años y ama a María y a Dios con todo su corazón. 

Sigo escuchando esos susurros que les conté de vez en cuando en mi oído, pero sé que es el enemigo molestándome e inmediatamente pido a María o a San Miguel Arcángel que me protejan, y el susurro se va. (así que no se preocupen si alguno escucha algo parecido, solo invoquen a María).

Hermanos, el Señor nos dijo en el Convivio: “cuento contigo para mi obra”. Siempre vamos a caer, a tropezar pero sabemos que estamos del lado correcto de la batalla con el más poderoso de todos, nuestro Dios. Sigamos trabajando para su obra que hasta el Cielo no paramos como dice un sacerdote. ¡Gloria a Dios!