Por José Manuel Fernández -Amigo
Solamente creo que existe
una crisis en la Iglesia Católica, de la que se derivan todas las demás. Esta
madre de todas las las crisis es la escasez de oración. Rezamos poco, muy poco.
Como consecuencia, en vez de hacer la voluntad de Dios, hacemos la nuestra. Solo hay una respuesta a la pregunta eterna que nos lanza Sta Teresa:
«Vuestra soy, para Vos nací
¿Qué mandáis hacer de mi?»
La única vía para poder responder es orar. Lo demás son subterfugios que cual espiral acaban en respuestas dadas DESDE nosotros.
Rezar cuando vivimos una situación negativa en que las respuestas humanas o no existen o son insuficientes, me parece sencillo. Desde lo hondo nos surge el grito de socorro, que no es sino una oración intensa de petición.
En el otro extremo, cuando la vida nos sonríe es fácil orar. Nos invade una gratitud innata hacia Dios por todos los beneficios recibidos.
El problema surge en los numerosos días grises, cuando nuestra vida transita a velocidad de crucero... Entonces decae o simplemente desaparece nuestra oración. Es un problema fundamentalmente de motivación. Por eso hoy quiero compartir un poderoso acicate para movilizarnos a orar en los días valle del tiempo ordinario.
Nace de la certeza de ser muy amados por Dios. El que ama necesita escuchar las palabras del amado. Su silencio le hace daño. Así que la idea central es asimilar que nuestro Dios, el que nos busca con pasión infinita, NECESITA oírnos. Tenemos un acoso suyo permanente, que nos empuja suavemente hacia el bien...
Esto es de tal grandeza, que requiere una analogía humana para poder ser percibido. Imaginemos un padre que regresa a su casa, tras una dura jornada de trabajo. Tiene un hijo de 7 años, que está jugando en el suelo, con un camión de juguete.
El padre, lleno de ilusión se acerca sonriendo al niño y le dice:
- Buenas tardes, Jaime. ¿ Cómo te ha ido el día?
Y el hijo, sin levantar la vista del juguete contesta con un desabrido y seco " Bien".
El dolor que siente ese padre es un trasunto del que debe sentir Dios ante el hecho de no hablarle o bien dedicarle 5 segundos en 24 h ...
Cuando somos capaces de asimilar lo anterior, entonces quedamos enganchados al hábito de rezar.
Por simple vergüenza torera, somos incapaces de dormirnos sin hablar con nuestro Padre amoroso. Entender que Dios busca, desea y quiere escucharnos y hablarnos, es una motivación definitiva. Por eso el título de hoy.
Algunos diréis que no tenéis tiempo para rezar. Sta Teresa decía que lo único realmente importante que podemos regalar a Dios es nuestro tiempo. El lo valora infinitamente. El tiempo diario dedicado puede ser en una sesión o varias. Pero hay otra opción estupenda en nuestras vidas aceleradas. Consiste en aprovechar todos esos espacios muertos que hay en nuestra vida diaria, para charlar con El. Me refiero a nuestros trayectos en coche o transporte publico, los dedicados a comida.. pequeños descansos en el trabajo, etc. La suma de estos "kit kat " orantes al cabo de la jornada, será enormemente valorada por PadreDios.
Hoy te invito a orar de la forma que desees. Solo existe una mala: no hacerla.